martes, 23 de febrero de 2010

ARCO 2010

Si algo caracteriza a Arco desde su creación es su inestabilidad, su permanente puesta en cuestión desde los más diversos sectores artísticos y políticos. Pero esos asuntos, que tantos post generan y tantas páginas de periódicos llenan, y que en última instancia vienen a resumirse en un ‘quítate tú pa’ponerme yo’, no son lo que aquí y ahora interesan. Porque aquí lo que verdaderamente nos incumbe es el arte que se muestra en esa feria.
Como de lo que se trata es de ser sinceros (que dicen es lo que se valora… siempre y cuando esa sinceridad sea halagadora y no crítica) hay que decir que el arte, o los objetos artísticos, que se han podido ver han tenido más bien escaso interés. Ni ha habido una obra deslumbrante ni ha aparecido ningún artista que haya llamado la atención de manera sobresaliente. Posiblemente tampoco sea este el fin de la feria, pues aquí de lo que se trata, por encima de todo y fundamentalmente, es de vender, quedando otras aspectos relegados a un aspecto secundario.
Dicho lo anterior hay que señalar que en este océano de ‘mediocridades’ siempre hay algo o alguien que destaca un tanto y que merece la pena ser rescatado del olvido. No obstante hay que decir igualmente que es seguro que hay, más que olvidos, despistes e invisibilidades de obra y artistas, debido, como todo el mundo que ha asistido a Arco conoce, al gigantismo de la feria (al menos espacialmente) y también al agobio que produce tanta gente en tanto espacio, con tanta moqueta y tanto calor… En resumen, que ya durante la misma visita, por no mencionar el final agotador, el criterio estético se esfuma bastante ante tanta obra y se acaba por no saber que es lo bueno, menos bueno, malo o muy malo.
Cinco características fundamentales se han hecho notar en esta 29 edición de Arco: la primera, la consolidación de la fotografía como hecho artístico, que se puede resumir en “tonta la galería que no tenga fotógrafo artista”. El que haya habido muchos fotógrafos sólo es una cuestión estrictamente aritmética, lo que no presupone necesariamente un buen nivel de calidad o de originalidad. La segunda, que, felizmente, ha habido muy poca obra, no ya tonta, sino gilipollas, de esa que no pasaría ni el examen para entrar en una asociación artística de barrio. Lo que sin duda es una buena noticia, tanto para Arco como para el espectador, que de esa manera no se ve insultado en su inteligencia y sensibilidad.
La tercera, la ausencia de galerías internacionales de cierto fuste. En este sentido hay que señalar que la selección de las galerías de Los Angeles, la ciudad americana invitada en esta edición, ha sido ciertamente deplorable. No me creo que el nivel de los artistas y los galeristas que trabajan en esa megalópolis sea la que se ha exhibido en Arco. La cuarta, la poca presencia de la escultura; y quinta, la práctica desaparición del vídeo y todos sus derivados. Este año en Arco el valor seguro de la pintura y la fotografía han sido los puntales de la feria.
De entre todo lo visto cabe destacar la monumental escultura en madera de Peter Belyi, “Silence” en la Galería Barbarian Art de Zurich; el trabajo fotográfico de “Clark&Pougnaud” que mostraban los italianos de PaciArte; las dos fotográfias que llevó la galería bilbaína Vanguardia de Joan Fontcuberta; el montaje “La mirada blanca” de Angel Marcos expuesta en la vitoriana Trayecto; la poderosa “Mutter Heimat” de Baselitz que exhibía la galería Basbel Grasslin; la divertida escultura “In the wood lies” de Jorge Pineda en la Galería Raquel Ponce; el trabajo fotográfico de Nobuyashi Araki en torno al shibari que se podía ver en el espacio de los holandeses Reflex Amsterdam; el erotismo del hiperrealista Erwin Olaf con su serie “Milan-room (Suite Hotel) que se podía ver en Espacio Mínimo; y la obra de Albano Afonso, Bernardi Roig, Peter Zimmermann, Rafael Canogar, Tony Cragg, Thomas Ruff, Carlos Leon, Nadal, Hwan Kwon Yi, Carlos León, Desiree Dolron, Ivan Navarro,... Pero los triunfadores de esta edición, y es que se puede hablar en estos términos, han sido Eugenio Merino, tanto por el conjunto de la obra mostrada en torno a su trabajo sobre el tatuaje, como por el hecho de la pequeña polémica que levantó a causa de su escultura, bastante obvia y directa, “Starway to heaven”; y el alemán Herbert Brandl, que con su pintura poéticamente informalista, tenía obra en varias galerías tanto alemanas como españoles. Como siempre la actual edición de Arco ha sido un éxito de ventas (según la organización, que nunca da datos oficiales, este año se han vendido más obras y se ha ingresado más dinero del esperado) y público, con más de 150.000 espectadores en total. Ahora sólo cabe esperar al año que viene y que Arco encuentre su camino y la paz necesaria.


(Imágenes, de arriba a abajo: Eugenio Merino, “Starway to heaven”; Erwin Olaf, “Milan-room (Suite Hotel); Herbert Brandl; Joan Fontcuberta, “Sylvie”; Peter Belyi, “Silence”; Angel Marcos, “La mirada blanca”; Nobuyashi Araki; Clark&Pougnaud; George Baselitz, “Mutter Heimat”; Rafael Canogar; Iván Navarro, “Drumm”; Jorge Pineda, “In the wood lies”)




No hay comentarios:

Publicar un comentario