Lo bueno de esta feria, en la que han participado 65 galerías de arte, es que, con más o menos matices, de una ojeada se puede ver la situación del arte contemporáneo en España, y en parte, sólo en parte (y habrá que esperar que esto se solucione a mejor), de Portugal y Latinoamérica. En este sentido hay que decir que uno de los descubrimientos más interesantes de este año en las ferias de arte que se han celebrado en Madrid entre el 17 y el 21 de febrero ha sido la potencia del arte portugués; como ha quedado acreditado tanto con las galerías (Cordeiros, de Oporto, sería un ejemplo paradigmático) como por los diversos artistas presentes (Joao Raul, Noé Sendás…).
La feria tenía tres propuestas: el programa de las galerías, Young Art y Bicentenarios Latinoamericanos. En cuanto a la primera se mezclaban tanto obras antiguas (algunas estaban firmadas en el año 72 como la estupenda ‘Montreal’ de Luis Feito) como trabajos más nuevos; y convivían artistas consagrados (Clemente, Lootz, Valdés, Plensa, Equipo Crónica, Tàpies, Miró, Lucio Muñoz, Bonifacio, Luis Gordillo, Ciria, Sicilia, Genovés o Uslé); junto con otros muy asentados (Carlos Pazos, Esther Ferrer, Pedro Txillida, Javier Alkain, Haro…) y figuras emergentes.
En estos espacios hay que destacar el trabajo de Outtara Watts en Cordeiros, así como el Broto que había en esa galeria portuguesa; la obra de Pedro Txillida también resaltaba en la galería mallorquina Gabriel Vanrell. Por su parte los alcudienses de la galería Joan Melía tenían a Ñaco Fabre, con un conjunto de piezas de resultaron de lo más interesante en el conjunto de la feria, y a Javier Alkain con una obra puntillista y meticulosa. Tampoco hay que dejar de mencionar el estupendo Canogar (Rafael) que se exhibía en La Aurora, de Murcia. También hay que mencionar el sutil trabajo de Amaya Bozal que colgaba en Juan Gris/Rayuela; y las obras, de 2005, de Cristina Moroño.
Poderosas también resultaron las obras de Feting, con su estupendo “Bosque y lago”, una pieza de 1989 que se podía ver en la galería valenciana Val i 30; las de Haro y las de Armando Arenilla.
En el programa Young Art, de artistas y galerías jóvenes, hay que destacar el trabajo pop, lleno de ironía, cuando no de sarcasmo, del argentino Marcos López; la obra fotográfica de Sheila Pazos o la trabajo escultórico de Samuel Salcedo.
La tercera propuesta expositiva; Bicentenarios Latinoamericanos, estaba compuesta por una serie de artistas latinoamericanos que trabajan en la actualidad en España. Aquí cabe resaltar el trabajo de la argentina Gabriela Bettini y el mexicano Rivelino Diaz, con una obra que bebe directamente del surrealismo y la poética de Brossa.


(Imágenes, de arriba abajo: Ñaco Fabré, Luis Feito, Pedro Txillida, Rafael Canogar, Amaya Bozal, Millares, Samuel Salcedo, Feeting; Arenillas, Haro, Watts, Joao Raul Rojas; Bettini; Rivelino Diez)





Por último, señalar que JustMadrid ha recibido durante los cuatro días de la feria cerca de 7000 personas. Un 52% del público estaba formado por profesionales del ámbito artístico mientras que el 48% restante lo constituía público general aficionado al arte más emergente.




Dicho lo anterior hay que señalar que en este océano de ‘mediocridades’ siempre hay algo o alguien que destaca un tanto y que merece la pena ser rescatado del olvido. No obstante hay que decir igualmente que es seguro que hay, más que olvidos, despistes e invisibilidades de obra y artistas, debido, como todo el mundo que ha asistido a Arco conoce, al gigantismo de la feria (al menos espacialmente) y también al agobio que produce tanta gente en tanto espacio, con tanta moqueta y tanto calor… En resumen, que ya durante la misma visita, por no mencionar el final agotador, el criterio estético se esfuma bastante ante tanta obra y se acaba por no saber que es lo bueno, menos bueno, malo o muy malo.
Cinco características fundamentales se han hecho notar en esta 29 edición de Arco: la primera, la consolidación de la fotografía como hecho artístico, que se puede resumir en “tonta la galería que no tenga fotógrafo artista”. El que haya habido muchos fotógrafos sólo es una cuestión estrictamente aritmética, lo que no presupone necesariamente un buen nivel de calidad o de originalidad. La segunda, que, felizmente, ha habido muy poca obra, no ya tonta, sino gilipollas, de esa que no pasaría ni el examen para entrar en una asociación artística de barrio. Lo que sin duda es una buena noticia, tanto para Arco como para el espectador, que de esa manera no se ve insultado en su inteligencia y sensibilidad.
La tercera, la ausencia de galerías internacionales de cierto fuste. En este sentido hay que señalar que la selección de las galerías de Los Angeles, la ciudad americana invitada en esta edición, ha sido ciertamente deplorable. No me creo que el nivel de los artistas y los galeristas que trabajan en esa megalópolis sea la que se ha exhibido en Arco. La cuarta, la poca presencia de la escultura; y quinta, la práctica desaparición del vídeo y todos sus derivados. Este año en Arco el valor seguro de la pintura y la fotografía han sido los puntales de la feria.
De entre todo lo visto cabe destacar la monumental escultura en madera de Peter Belyi, “Silence” en la Galería Barbarian Art de Zurich; el trabajo fotográfico de “Clark&Pougnaud” que mostraban los italianos de PaciArte; las dos fotográfias que llevó la galería bilbaína Vanguardia de Joan Fontcuberta; el montaje “La mirada blanca” de Angel Marcos expuesta en la vitoriana Trayecto; la poderosa “Mutter Heimat” de Baselitz que exhibía la galería Basbel Grasslin; la divertida escultura “In the wood lies” de Jorge Pineda en la Galería Raquel Ponce; el trabajo fotográfico de Nobuyashi Araki en torno al shibari que se podía ver en el espacio de los holandeses Reflex Amsterdam; el erotismo del hiperrealista Erwin Olaf con su serie “Milan-room (Suite Hotel) que se podía ver en Espacio Mínimo; y la obra de Albano Afonso, Bernardi Roig, Peter Zimmermann, Rafael Canogar, Tony Cragg, Thomas Ruff, Carlos Leon, Nadal, Hwan Kwon Yi, Carlos León, Desiree Dolron, Ivan Navarro,...
Pero los triunfadores de esta edición, y es que se puede hablar en estos términos, han sido Eugenio Merino, tanto por el conjunto de la obra mostrada en torno a su trabajo sobre el tatuaje, como por el hecho de la pequeña polémica que levantó a causa de su escultura, bastante obvia y directa, “Starway to heaven”; y el alemán Herbert Brandl, que con su pintura poéticamente informalista, tenía obra en varias galerías tanto alemanas como españoles.
Como siempre la actual edición de Arco ha sido un éxito de ventas (según la organización, que nunca da datos oficiales, este año se han vendido más obras y se ha ingresado más dinero del esperado) y público, con más de 150.000 espectadores en total. Ahora sólo cabe esperar al año que viene y que Arco encuentre su camino y la paz necesaria.



