Parece inevitable: no hay exposición sobre la vanguardia rusa que no implique polémicas. “Es un terreno resbaladizo, un tema controvertido. Muchas obras tienen pedigrí muy reciente y casi siempre es mejor ser prudente”, afirma Juan Manuel Bonet, otro miembro del comité de admisión.
La imprevista aparición en el mercado, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, de un gran número de obras de esta escuela, desconocidas antes de los ochenta, ha disparado las alarmas. Se cuenta que las obras fueron escondidas por sus propietarios o confiscadas por el KGB, pero no hay ni un caso documentado de pinturas procedentes de los antiguos servicios secretos soviéticos. Según una encuesta del diario Le Monde, entre los galeristas de París es un secreto a voces que "los conservadores de los museos rusos firmaban certificados de autenticidad hace sólo 10 años por de 70 euros". Es cierto que después de la caída de la Unión Soviética, las principales instituciones artísticas, incluidas la Galería Tretyakov y el Centro de Restauración Grabar, entraron en el negocio de las autentificaciones. Y, aunque en 2006 el Ministerio de Cultura ruso prohibió expresamente a las entidades bajo su control expedir certificados, en las casas de subastas europeas se siguen vendiendo obras autentificadas por estas instituciones.
(Foto: pintura atribuida a Ivan Puni)
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